lunes, 14 de mayo de 2012

Atacameños.

Este nombre se debe a la zona donde permanecen sus representantes. Muy mezclados e influidos por otras culturas, hoy día se hallan diseminados en torno a reducidos oasis, en número cercano a los 3.000.
En su mayoría, habitan en lugares precordilleranos y oasis de las cercanías de San Pedro de Atacama, donde se levantó, hacia 1557, una de las primeras iglesias españolas de ese territorio. 
Al igual que en el caso de la cultura andina, sus principales actividades de subsistencia recaen en la ganadería y la agricultura, y, en menor grado, en la artesanía de lana de llama y de oveja. Este marco de economía de subsistencia contrasta con la riqueza que este pueblo tuvo en su época agroalfarera y su posterior metalurgia del oro. 

El atacameño también constituye una notable demostración de adaptación al medio desértico y a la altura. Su presencia marca la evidente etapa final de una secuencia histórico-cultural que se conoce desde el tiempo de los cazadores primitivos de antes de Cristo, y que pasa por el imperio incaico y el período colonial español. 
Sin lugar a dudas los Atacameños lograron sobrevivir en un medio hostil, escaso de tierras cultivables y de agua. A pesar de ello, fueron agricultores y ganaderos. Utilizaron el regadío artificial y la construcción de terrazas de cultivos en las laderas de los cerros cuyos muros de contención eran hechos de pircas en piedra. 
Los cultivos eran el maíz, la quinoa, el zapallo, las calabaza, el poroto y el ají. Tenían árboles frutales de guayabos, chirimoyos, tunales y tamarugos. 
Este grupo sedentario se decicó a la crianza de alpacas y llamas de las que obtenían lana y carne. 
El intercambio comercial lo realizaban con las comunidades costeras mediante el trueque. 
Los atacameños fueron diestros con los metales, elaborando objetos de cobre, estaño, bronce, plata y oro. A su vez, la cerámica también fue sobresaliente caracterizándose por el color negro y rojo, pulida o grabada. 
Trabajaban, además, diversos materiales como lana, algodón, totora, cuero, hueso, piedra y madera. 
Confeccionaban su ropa con lana de llamas. Vestían túnicas y ponchos, cubrían sus cabezas con gorros ricamente decorados, usaban sandalias de cuero y numerosos adornos como anillos, aros, prendedores, collares y pulseras. Poseían una serie de bolsas o chuspas para guardar diversos objetos. 
Vivían en pequeños y aislados villorrios de piedra. Las casas tenían una pieza única y muchos poblados estaban protegidos por murallas de piedra o pucarás, ciudades-fortalezas que cumplían un papel defensivo durante los ataques. 
Nada se sabe de su espiritualidad y culto religioso, pero, por la forma de los entierros, podemos deducir que ellos tenían una creencia en la vida futura, y los funerales constituían un rito importante. 
cantos y danzas 

Al igual que el grupo andino los atacameños revelan su identidad étnico-social con mayor fuerza durante sus actos mágico-religiosos. Entre éstos, destacan aquellos rituales que piden abundancia de agua y fecundidad de la tierra, y el culto a las altas montañas, con cantos y danzas rituales, llamados cauzúlor y talátur. 
Algunos de estos textos poéticos, ya muy deformados, está en su vieja y casi por completo olvidada lengua kunza. 

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